***Estos somos Los Contares***

jueves, 18 de febrero de 2010

16 - Oliverio Girondo




A unos les gusta el alpinismo. A otros les entretiene el dominó. A mí me encanta la transmigración.

Mientras aquéllos se pasan la vida colgados de una soga o pegando puñetazos sobre una mesa, yo me lo paso transmigrando de un cuerpo a otro, yo no me canso nunca de transmigrar.

Desde el amanecer, me instalo en algún eucalipto a respirar la brisa de la mañana. Duermo una siesta mineral, dentro de la primera piedra que hallo en mi camino, y antes de anochecer ya estoy pensando la noche y las chimeneas con un espíritu de gato.

¡Qué delicia la de metamorfosearse en abejorro, la de sorber el polen de las rosas! ¡Qué voluptuosidad la de ser tierra, la de sentirse penetrado de tubérculos, de raíces, de una vida latente que nos fecunda... y nos hace cosquillas!

Para apreciar el jamón ¿no es indispensable ser chancho? Quien no logre transformarse en caballo ¿podrá saborear el gusto de los valles y darse cuenta de lo que significa “tirar el carro”?...
Poseer una virgen es muy distinto a experimentar las sensaciones de la virgen mientras la estamos poseyendo, y una cosa es mirar el mar desde la playa, otra contemplarlo con unos ojos de cangrejo.

Por eso a mí me gusta meterme en las vidas ajenas, vivir todas sus secreciones, todas sus esperanzas, sus buenos y sus malos humores.

Por eso a mí me gusta rumiar la pampa y el crepúsculo personificado en una vaca, sentir la gravitación y los ramajes con un cerebro de nuez o de castaña, arrodillarme en pleno campo, para cantarle con una voz de sapo a las estrellas.

¡Ah, el encanto de haber sido camello, zanahoria, manzana, y la satisfacción de comprender, a fondo, la pereza de los remansos.... y de los camaleones!...

¡Pensar que durante toda su existencia, la mayoría de los hombres no han sido ni siquiera mujer!... ¿Cómo es posible que no se aburran de sus apetitos, de sus espasmos y que no necesiten experimentar, de vez en cuando, los de las cucarachas... los de las madreselvas?
Aunque me he puesto, muchas veces, un cerebro de imbécil, jamás he comprendido que se pueda vivir, eternamente, con un mismo esqueleto y un mismo sexo.

Cuando la vida es demasiado humana —¡únicamente humana!— el mecanismo de pensar ¿no resulta una enfermedad más larga y más aburrida que cualquier otra?

Yo, al menos, tengo la certidumbre que no hubiera podido soportarla sin esa aptitud de evasión, que me permite trasladarme adonde yo no estoy: ser hormiga, jirafa, poner un huevo, y lo que es más importante aún, encontrarme conmigo mismo en el momento en que me había olvidado, casi completamente, de mi propia existencia.





En mis paseos por el mar, no pude, nuevamente, evitar escuchar a Girondo recordándome algo así de importante: "una cosa es mirar el mar desde la playa, otra contemplarlo con unos ojos de cangrejo..."

Todo depende de cómo lo mires...


Nota: Foto sacada en las playas de San Antonio Oeste, pueblo de Río Negro, Argentina. Un cangrejito simpático que se dejó fotografiar :)

1 comentario:

Elrond dijo...

HM...
... me ha gustado mucho el poema que habéis dejado en vuestra entrada. Expresa, en cierto sentido, lo que muchos sienten al cansarse de la rutina diaria, la rutina vital o la rutina de ser siempre uno mismo. La sensación de libertad que se refleja a través de las palabras, hiladas con maestría en cada una de las frases, es indescriptible y fuera del alcance de los parámetros racionales de la mente.

Me hizo recordar, en cierto sentido, a "La bruja de abril", de Ray Bradbury. Hay ciertas diferencias con la sensación que describen los protagonistas, así como con la metamorfosis a la que están sujetos, pero la escencia es la misma.

¡Buen trabajo en el blog!